... Nazco con mis manos ya acariciándote perdiendo de vista el ruido que se calla: tus manos son instinto y guerra en la atrofiada cadera del poema que estoy haciendo lengua de arboleda lengua de madre e hija, de hombre y humano: voy a inventarme un ruido de pez una leche tibia al borde del universo creado un himno donde posar tu frente en ruinas y en escombros de matorral pelea de vientres y estrellas sudadas: lo incompleto se triza con el viento que viene borracho. Con mis manos voy a hacerte cadera para que me nazcas aullido; con mis ojos voy a masturbar tu aliento para que me pronuncies, que los gritos de la lepra se vayan a la última morada de dios. Que mi dardo de espuma se cobije en silencio en tu techo de avena: coralito desnudo. Arráncame este poema de un tajo asesina mi lápiz enfermo y descuidado: la reverberación de la hoja pálida el cadáver inhóspito de la soledad; a veces entierro mis huesos y mis palabras en el viento para que te sacudan y se espolvoreen en tu casa, para que las hagas bondad. Belleza de espantapájaro, lastimita de deuda conozco el tiempo y la crisálida: el astro que revienta la luz.