Traspasas mi vientre de equilátero un jos de humedad un pri de rizoma y un cell de exo y manía. Busco un nido de agujas en tu abeja aflorada; tu hueso de falo tu risa que cruzó mi aroma. Bajar, tomar el ascensor y que me beses libélula: semidulce, espasmo espasmo e s p a s m o Tú estás en nevíos y sirones en un tal de cual para quién: eres mi origen de especie xul. El vaivén de tús y yoes alguienes desnudos: niño comer mío: mí comer tú. Hueso de columna, algo se quema la miel se quema, se hace dentadura cosquilla de tu dedo en mi oficio sentimental vente x, pofi, fri, un riesgo y una leche tibia inundando mi ser dos veces “aquí yace la espuma” la espuma de leche azul mi cadera anómala, reventada algo hervido, ojos que nos ven, pero que no sienten: tu mano en mi cavidad desnuda un ajá de jos: un quié de tú mis yoes se suman a tus tús en una jau de mano se van sumando las nuestras que no se desperdicie nada, sino hasta el fondo de la garganta, una boca de guen y xeles: volcán de pétalos mirlos columna a la intemperie tras la mirada de otros dos amantes. Juega con mi apellido y mi ñeca de fui. Ayer, desde siempre, y mañana haz de tu voluntad mi ruego eterno y de tu fuego mi virtud de sed insaciable. Festejo todo esto en un poema: varón del granizo varón de una estatua de paloma hirviente. Pálido cometa que se estrella a propósito con mi agua. Tu lengua viajó más allá del Magallanes y descubrió el continente antiguo en mi infancia dormida en esa cama ¿Me sientes flotar colérico y húmedo? Hacia el origen y desde el origen soy cardumen de leches profundas Hasta mi centro. ¡Existe la palabra después de esto! Es una señal equivoca del vientre fértil para tu semilla de sombra bella. Tienes en tu sexo la piel rayada de los tigres y mi lenguaje son orquídeas de sudor que se abren, el humus se revienta a la par del choque con la tierra: la lluvia nace en tu oído y ese beso de pez naciente naufraga en mi cavidad humana de signos y señales. Tengo un temblor ya antes conocido: | cuando me amarcas | con tus dos ojos muertos | y esa lengua que yo beso. Tu ángel de la guardia espera también derramarse entero sobre mis muslos blancos, marcas con leche donde anida mi campana enterrada.