¡Me sorprendiste ebrio! Caballero de la noche Divinidad de agua al pensarte, reponerse. * Antes del ser y del estar, antes de las calles y los pupitres, antes de los bosques y las gradas, antes de las musitadas combinaciones del yo. Antes de mí, eras tú: espacio indivisible de doce pieles, un hombre casi con el alma sobresalida de la tierra, unos días en tus cabellos y unos ojos saltones y de luto por las cornisas y, en las comisuras de tus labios el éxtasis y el alma de los cerezos. Ahora vienes y me conviertes en granjero, en un discípulo del trigo y del maíz, en el ciudadano más anciano llegando furioso al tiempo de la vida. Ahora vienes como semilla, surcando y hablando de la arcilla, de lo que soy y de lo que busco, de lo que eres y de lo que conviertes. Vienes solo, pero con las todas las cosas por suceder, con las tizas en camino de extinción y con la danza debajo de tu pecho. Pues déjame decirte que: Siempre estaremos solos: prontamente lejanos. Siempre estaremos tú y yo: días de naufragio: cuando las orillas nos llamen a vernos hacia abajo con la mitad de los ojos poblaremos la tierra y venceremos en el reino de la madera. Comenzará la vida donde siempre ha permanecido así. * Cuándo el sol me anunciaba las 10 del día yo ya estaba en medio de la plaza con el montón de castillos de mermelada en mis manos y un trozo de hielo en mi boca por no verte. Legué al centro del mundo y en mí, como en las amapolas: el sol quema hasta las cicatrices. Iba y venía con el viento resucitándole con cada palmo. Llegaste y la vida se me hacía lenta y yo ya me adentraba a golpear las paredes con un puñado de arroz. Me adentraba en el silencio y transitaba por las finas hebras de tu saco amarillo. Veía las puertas de las plantas vacías y yo me preparaba a vivir en tu alma Tengo derecho a ser un héroe si eres tú a quien salvo.