Distancia de olvido

La “distancia de rescate” se refiere al espacio que existe una mujer, y su hijo, para poder reaccionar si algo le ocurre. Pero esa distancia se podría aplicar a cualquier situación entre una persona y otra para poder reaccionar ante las circunstancias.

En el caso de la poesía (y de los amantes) yo defino a la distancia de rescate, como la distancia de olvido: es ese pequeño espacio que guarda uno para poder estar preparado frente a cualquier situación que no sea personal, pero que implique un cambio en la perspectiva general y propia. Como las decisiones de los amantes cuando uno de ellos decide poner fin a la relación

AQUÍ MI POEMA

DISTANCIA DE OLVIDO

Arcoíris sin materia
deuda de carne y movimiento.
Silencio en donde aún hay silencio.
Fuerza del viento
inacabado y parlante: el tiempo
es aún una espina de número
escama que no tiene mañana
¿vas a empezar tú o yo?
porque hace falta fuerza sobre la fuerza para amar
y dejar ir,
sólido pez de embulladora  que se fecunda
que será solido allá arriba
y desquieto en la inmensidad del fondo:
arrullo de polo frío, ¿hay algo que se logra
conectar con el sol? 
materia de vientre
estoy en el caos de la sonoridad y del hijo
¿que crees que mañana comience?

Ayer [siempre desde ayer, porque desde hoy nada
todo se ha debido comenzar desde antes de que empiece:
inútiles somos si esperamos el futuro,
el pasado es una triste niña de cabellos rosados
y de orina negra] ayer
vas a ver dormir a la neblina
o a contar los muertos torpes sobre las cabezas de
los ancianos.


Silencio. Silencio de ser sol.
Silencio de epifanía, de quietud extrema
de rama seca al sol y a la lluvia: pedazo de promesa
raído número de plantas
vacías almas de cuadrados dóciles; y el 
tiempo sigue en ávidos latidos;
yo sigo en mi marcha

en mi fecundan las orugas y los líquenes
de la materia iridiscente
hasta el cúbito dorsal de la tarde se aprende:
aprendo a dominar lo oculto
lo que palpita y se logra dormir:

me estás tan inútil y sonriente
que yo ya te doy mi larga mirada por donde vas a caminar.
Haré que las placas se cocinen
que los árboles se estiren
hasta tocarte;
he de envolver todo en un aura de matemática
el paso de la semilla triste; al final
he de mandar a brotar la vida.
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